Ellos se amaban, pero estaban destinados a no verse, al igual que Kwekuatsu con su amante la Luna, solo podían conformarse con verse desde la lejanía sin poder tocarse nunca. El destino estaba en su contra, uno de ellos decidió luchar contra este, y al igual que Ícaro voló demasiado cerca del sol. Él ya no la amaría nunca más como lo hizo. Ella quedó sola, y con el corazón destrozado en mil pedazos por aquel que sería el muchacho que le regaló seis de los mejores meses de su existencia.
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